Se acerca la Semana Santa y en esta ocasión desde El Arte de Sevilla nos detenemos en algo que aunque en la actualidad concebimos como algo típico y habitual de nuestra Semana Mayor se trata de algo que contiene una enorme historia y carga simbólica como es el uso del Capirote en los nazarenos.
Y es que ¿Sabías que para encontrar su origen hemos de remontarnos al Siglo XV?, si, su origen se encuentra en los comienzos del Tribunal de la Inquisición, que fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. A los condenados por el Tribunal, se les imponía, entre otros, el castigo de tener que usar una prenda de tela que les cubriera el pecho y la espalda y un cucurucho de cartón en señal de penitencia. Esta indumentaria era conocida como sambenito, y en esta pieza que era de tela se escribían las acusaciones y los pecados de los que se les acusaban.
Junto a esta pieza de tela o saco, se les colocaba un capirote de cartón o tela sobre la cabeza que simbolizaba la penitencia que se le había impuesto por sus pecados. Por ello se trata de una prenda de penitencia.
Pero la Semana Santa del Siglo XVI no es ni mucho menos como la conocemos ahora, por ejemplo, antes de 1580 los penitentes iban ataviados con una cabellera vegetal de cañazo que les cubría el rostro mientras se flagelaban, e incluso algunos solían llevar coronas de espinas en la cabeza. Más tarde se utilizó los conocidos como capirotes romos, se trata de un gorro de tela de forma obtusa, sin punta, que simplemente servía para ocultar el rostro para mantener el anonimato.
Posteriormente, y debido a su significado penitencial, las hermandades fueron utilizando el capirote a partir del Siglo XVII, en concreto, la primera hermandad que incluyó el capirote a su vestimenta fue la Hermandad de la Hiniesta, y su uso viene a significar el acercamiento del penitente al cielo por medio de la forma cilíndrica que presenta.
Como curiosidad, en torno a 1777 fue promulgada por Carlos III una orden real en la que se establecía que las túnicas de penitencia, debían ser decentes, sin adornos y que los cofrades debían llevar el rostro descubierto. Pero, a principios del XIX hay hermandades que no estaban de acuerdo con ello, logrando un permiso para que sus nazarenos hicieran su estación de penitencia con el rostro tapado, acercándose al concepto de túnica de nazareno que conocemos hoy en día, que posteriormente y bajo la influencia de Juan Manuel Rodríguez Ojeda llegará a su maximo explendor.
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